domingo, 9 de enero de 2011

Escondido en las alturas...


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Ella se tardó. Él la esperó pacientemente porque la aventura había comenzado incluso antes de que el día decidiese que ya era hora de no ser noche. Solía mirar sonriente por la ventana cada vez que el can ladraba, pero ella no llegaba. De todas formas no importaba porque él usó el tiempo para repasar en su mente el viaje que había acabado de hacer. Unos minutos atrás, el sol se había colocado justo en frente de su cara. Hacía tiempo que no veía tan claramente lo redondo e imponente de esa esfera cotidiana que usualmente osa esconderse tras su cortina intensa de rayos luminosos. Él pensó que por la mañana el sol suele llegar con ternura, como si pidiese permiso a la noche para que lo deje transformar todo con su expansiva inmensidad. Por eso es que a esa hora el sol se deja ver como en realidad es, para demostrarle a la luna que su petición es verdaderamente honesta. El mundo se va pintando completamente de rojo, luego naranja y al fin de amarillo, todo con extrema calma. Esto le hizo recordar que un mismo camino no siempre es el mismo si se viaja por él en tiempos distintos. Ese día, definitivamente el tiempo era agradablemente distinto.

Ella aún no llegaba, de seguro se quedó dormida. No importaba demasiado la hora, porque cuando se hiciera presente, el viaje físico simplemente continuaría. Él se recostó en el asiento de su auto asimilando el retumbar de sus latidos que sugieren que se está vivo de verdad. Él sabe que no hay mejor camino que aquel que trae consigo paz para la mente, el alma y el corazón, e inevitablemente, él estaba en uno de esos viajes.

Ella llegó. El trayecto ahora continuaba por la carretera. Cada cual en su auto, frío mañanero y una gran distancia por delante eran los ingredientes de esta emocionante aventura. Por este camino las reglas eran sencillas, pensó él; solo tenía que seguirla. Así estuvo un largo rato hasta que la mano de ella interrumpió el pequeño ciclo automático de persecución. Su dedo señalaba hacia las alturas. Él miró y allí estaba, a plena luz del día, como si dulcemente hubiese decidido darse una vueltecita sin alboroto por nuestro firmamento, la dulce luna. La imagen de aquella visitante casi escondida entre el inmenso azul le hizo sentir que la noche y el día al fin unieron fuerzas para regalarle belleza solo a aquellos dispuestos a observar. Él le agradeció a ella en su mente por hacerle abrir los ojos al mundo. De verdad era un día especial, pensó él mientras entendía que no importa por qué ruta ni a quién se siga, siempre hay que estar verdaderamente presente en el camino por el que se va.

Luego de un rato de esquivar autos, frenar en luces y girar en pronunciadas curvas, al fin llegaron. Bajarse del carro solo significaba cambiar de medio, incluso significaba que otra aventura acababa de comenzar. Las reglas eran fáciles, pensó él; solo tenía que entregarse completamente al camino. De repente, al comenzar a andar, se produjo la más curiosa de las verdades: esos dos amigos que habían hablado intermitentemente durante un año, en realidad no se conocían. Así que él y ella decidieron por instinto que la ruta estaría dirigida por firmes y calmados pasos de saberse poco a poco uno al otro. Durante ese trayecto, él supo de esos detalles que hicieron que ella se convirtiera en el maravilloso ser humano que tenía en frente. Fue como si su personalidad se materializara a través de cada palabra acompañada por gestos, que, por primera vez en tantos años, podían ver simultáneamente.

De ella escuchó historias de lucha. Esa lucha en la que la felicidad se vuelve habilidad para los que están dispuestos a mantener la esperanza. Aprendió de plantas y su fragilidad. Se enteró de sucesos demasiado tristes como para que él pensara que se guardara tal cantidad de vivencias adentro de aquella alegre mirada. Comprendió de nombres, de luces y de su familia. Se identificó con el valor, el sacrificio y la recompensa de amar con cada parte del ser. Entendió lo que significaban muchas cosas de su propia vida al escuchar reacciones idénticas de situaciones similares en contextos totalmente diferentes. Sus vidas, a veces, habían estado conectadas en situaciones, frases, sucesos y esa magia que la gente llama coincidencia. ¿Cómo es posible que se sienta un vínculo tan fuerte por una persona de la que poco se conozca? Nunca lo sabrá. Es de esos lazos que se amarran por reglas ajenas a lo habitual. ¿Será la musa, el amor al arte, la búsqueda de un "algo" escondido en alguna parte de lo cotidiano que les hace visitar el mismo "sitio" cada vez que buscan escapar de la rutina? En realidad no lo sabe.

De pronto, él recordó que la regla era entregarse al camino, pero ¿cómo entregarse a un camino cuando se hace un viaje físico, mental, y se está en compañía de un ser adicto a la musa? Los planes pasan a segundo plano, solo importa el presente y aprovechar la oportunidad de ver el mundo con ojos de poesía. Él se había olvidado de hacer eso, pero había estado practicando. Recordar a veces es practicar. Eso piensa él, que durante todo el camino ha amado con una nueva fuerza su presencia en este pedacito de tierra, como si ingresar en lo profundo de ese lugar implicase un adentramiento a su propia alma. Alma que había olvidado escuchar.

Mientras subían, estaba la duda de lo que se encontraba al final de esa preciosa ruta. Pero el camino se hizo extrañamente corto y ligero...

"Cuando terminé de subir por aquella vieja estructura, y mi mirada se acostumbró a la repentina iluminación, no pude mover, pensar o decir nada por un tiempo. Era ese el lugar de donde más se podía ver a todas direcciones; desde la parte montañosa hasta el área costera. Irónicamente, fue en ese sitio donde pude ver por fin el lugar que no estaba nada de lejos pero que no había visto en mucho tiempo; mi interior. Fue desde ese preciso instante que volví a vivir mi nueva oportunidad de ser feliz. En una sutil sonrisa que estaba dibujada casi escondida en tu rostro pude leer que ese lugar ya te había hecho vivir esa sensación. Siempre te agradeceré desde lo más profundo de mi ser haberme mostrado el castillo en las alturas."

2 comentarios:

Viajes emocionales dijo...

recien vi tu comentario en mi muro del blog, sobre la cancion de silvio rodriguez, bueno te respondo aqui...

esta cancion, la encontre navegando en internet, asi de chiripaso, salio, debo decir que no soy muy buena para escuchar este tipo de canciones, pero bueno, silvio tiene un significado especial en mi vida, porque uno de mis grandes amores tenia un fanatismo por el, y creo que la nostalgia me llevo a tratar de escucharlo y entenderlo para recordar lindos momentos junto a este amor... y bueno, me hace sentir que se me esfumo de las manos, del tiempo y de mi vida de a poco y de la forma mas dolorosa... y que aun asi en algun momento de mi vida, quize ke estuviera conmigo aun pasando mas penas que glorias.

digamos que fue ya el ultimo proceso de olvido, con esta cancion digamos que se cerro el ciclo de tanto tiempo y tan tortuosa cosa vivida, que si bien recordaba y extrañaba enormemente, solo era cuestion de tiempo y dispocision para cerrar puertas y no ver sus sombras en mi aun... no se si me explique bien ?? :)

Viajes emocionales dijo...

que bueno que lo hayas entendido :) yo escuche el tema y la melancolia con la que la canta y la expresa me hizo sentir full cosas al mismo tiempo.